miércoles, 28 de mayo de 2008

La Poiética del Mayo Francés

Queremos hablar del Mayo Francés. Queremos y no sabemos si en las próximas líneas siquiera podremos. Acá estamos, de todos modos, avanzando furiosamente, golpe a golpe de tecla, deteniendo algunos tiempos, trayendo otros desde otros lugares, intentando dar los pasos necesarios, con la única premisa, quizá, de no detenernos ni un instante.
Sabemos que es importante hablar del Mayo Francés. Y acá hacemos punto y stop. Nos hemos detenido (mientras, seguimos caminando). Hablar del Mayo Francés. ¿No habría que reformular esa pretensión? ¿De qué queremos hablar cuando queremos hablar de este “algo”? ¿Qué significa “hablar” el Mayo Francés?
En todo caso, suponemos que las preguntas generan recuerdos. Recuerdos de tardes perdidas en las horas, recuerdos de comuniones cercanas. Cada uno de nosotros recuerda, ante una mirada curiosa: “ah, que bueno esto del Mayo del 68”… y surgen inmediatamente conexiones colectivas que también nos hacen sonreír, porque nos alegramos de darnos cuenta y saberlo por un segundo: “Pero si nosotros también tuvimos nuestro Mayo Francés”
Hablamos entonces del Mayo. Hemos encontrado (por un ratito) un cauce que nos permite avanzar con mayor firmeza. Nosotros, cada uno, a su manera y a la manera de todos también, vivió aquel invierno de 2007 y fue parte activa de aquella Toma de Rectorado: el ratito que compartió el mate charlando con alguien en las escalinatas mojadas, las lecturas en las rondas, aprendiendo de los compañeros que pusieron el cuerpo decididamente, construyéndonos y renaciendo ante cada novedad, ante cada “te enteraste que pasó esto y esto…”
Fue un invierno de 2007. Las paradojas de la rígida cronología dicen que si no hubiese sido por una pequeña anticipación, la lucha de los estudiantes de nuestra universidad hubiese rendido honores a aquellos sucesos de 1968, coincidiendo con los 40 años exactos de las revueltas estudiantiles en Nanterre y La Sorbona. Sin embargo, y solamente para establecer un juego dialéctico con estas suposiciones, apenas unos meses antes de los sucesos en las calles parisinas, un profesor de la Universidad de Nanterre le dijo, mas o menos, estas palabras a Daniel Cohn – Bendit, quizás el más simbólico líder estudiantil de la revuelta: “No te dejes manipular por posiciones extremas, que te llevarían a destruir todo lo que pudiera surgir de esta creación”.
Precisamente, lo interesante de ponernos a hablar del Mayo Francés es saber que acá, en Paraná, una ciudad del interior de un país latinoamericano, hubo tantas cerrazones como embriones en aquel pequeño (enorme, nuestro) “Mayo” (¿importa el nombre del mes?) de 2007. Una de esas creaciones que buscó nacer y rechazar determinadas representaciones y supuestos para caminar de una manera nueva, fue precisamente Poiésis: jugando con las cronologías, burlándonos de ellas, la distancia entre el consejo de aquel profesor hacia Cohn – Bendit y el nacimiento espontáneo de un “animal colectivo” es exactamente de 40 años. Cifras cerradas, las hemos ridiculizado convenientemente.
Seguimos hablando de Mayo del 68 y vamos, escribiendo, trazando, encontrando en nuestros propios nacimientos porque hablamos de lo que hablamos. Esto que queremos decir para intervenir no desde los debates acerca de si Mayo del 68 buscaba o no la revolución, o si la Toma de Rectorado logró o no abrir los concursos públicos en los cargos docentes, sino para interpelarnos acerca de la creación que se abre a partir de “ponernos a hablar”: del Mayo, de la Toma, de Poiésis. Entonces, si, hablamos del Mayo, porque percibimos una apertura creativa 40 años atrás, que la leemos, que la vivimos, que no es ni mas ni menos que un “hoy”.
Mayo del 68 fue, antes que nada, una nueva senda abierta en la concepción de los sujetos sociales. Un “algo” que, sin estar predeterminadamente formulado, conllevaba a cambio una suerte de efervescencia colectiva que alentaba una nueva actitud del sujeto ante el mundo: mas creativa y por ende, revolucionaria.
Esta “efervescencia”, formada por una pléyade de sensaciones, gritos, consignas e ideas espontáneas, tiene una base actitudinal que hace las veces, en nuestro “ahora”, de cimiento ideológico desde lo verosímil: no es otra cosa, en todo caso, que la apertura de una cultura de la sospecha continua.
Como colectivo formado por sujetos, estas premisas del 68, en las calles parisinas, en las barricadas del Barrio Latino, nos llegan hasta tocar nuestras propias realidades. Se trata de poner siempre en cuestión cualquier enunciado que se nos ponga por delante, nunca darlo por sabido y concretado; es el acento libertario, la autonomía del sujeto frente al elemento alienante, comunitarista, asistencialista, burócrata, naturalista, determinador, instaurador. Nuestra búsqueda colectiva de romper con la lógica de las representaciones que nos rodean.
Mayo y sus sujetos, en definitiva. Estudiantes, artistas, obreros. Sujetos que buscaron dar mecha, inicios de chispas, a una intervención distinta en las múltiples realidades. Tirar abajo las formas anacrónicas de hablar, movernos y sentir: el sujeto revolucionando desde abajo, el sujeto que no quiere el poder estatal, el sujeto que lo invalida desde su propia acción colectiva, porque en ese espíritu colectivo reside (hoy, Mayo del 68) el auténtico andamiaje de poder.
Hablamos de Mayo del 68 porque Poiésis es un ser colectivo que existe buscando su propia poética: se sirve para ello de la palabra, circulándola, creando sentidos, resquebrajando las estructuras que silencian, activando las parálisis de la comunicación, poniéndolas en evidencia hasta hacerlas estallar.
Y claro, el Mayo Francés alimenta esta poética, con tantas otras cosas. Y precisamente, se trata de que las calles parisinas tenían una su propia poética. Reformulando las maneras de hablar, de sentir y de actuar en una onda expansiva que quería, tal como lo queremos hoy, ser “otra cosa”, algo diferente, singular y libre.
Quizás la “poética” del Mayo Francés podría resultar (jugando, interpelándonos) de una intertextualidad entre Mijaíl Bakunin y Roland Barthes: por un lado, el rechazo al modelo democrático burgués y al estalinismo autoritario, replanteando los desafíos que su propia libertad acomete al ser humano constantemente. La autogestión subjetiva rechazando colectivamente el autoritarismo y buscando la autodeterminación libertaria de los sujetos: “Prohibido prohibir” podría haber enunciado Bakunin.
Por otro lado, una real escritura destituyente, contra los que consideraban a la palabra una “cosa ilusoria”. Mayo tomó la palabra en estado salvaje, primitivo, embrionario, y la refundó sobre la pura idea de la invención creativa: “La imaginación al poder” hubiese complementado Barthes.
Poéticas. Palabras que crean. Palabras que son creación; crear con palabras. Para ser libres, para ser otros, para ser un solo ser que vive y camina creando, para reír con insolencia rebelde en busca de nuestros propios destinos.
Mayo del 68 estuvo presente, fue nuestra propia barricada y nuestra propia revuelta, al fin y al cabo. Un segundo, detenidos en el tiempo cuando comunicamos y “nos” comunicamos, basta para darnos cuenta con facilidad. En ese tiempo existimos hoy y 40 años atrás. En las calles parisinas y en los pasillos de Rectorado, naciendo, concibiendo y apropiándonos de esos espacios, que son los de hoy, con sujetos que son los mismos, y otros también.

“Que bueno esto del Mayo, podríamos hacer algo, ¿no?”
“¡Pero si nosotros también tuvimos nuestro Mayo Francés!”

De esas palabras, de esas ansias, Poiésis.

Exequiel